Reflejamos nuestra luz y nuestra sombra. Todo lo que te enoja, es producto de nuestra propia incapacidad de encontrar el equilibrio. Lo que nos alegra, muestra subliminalmente los códigos que adoptamos, preceptos en los que creemos y la manera cómo vemos el mundo. Según ésta ley, las personas que nos enfadan no sólo traen conflictos, sino que son el hilo conductor para saber qué fue lo que no aclaramos de nuestro pasado y por qué lo ocultamos, naturalizamos o simplemente, ante el enorme dolor que nos provocó, lo negamos sistemáticamente. Ésos conflictos encubiertos vendrán "actuados" por otros individuos a lo largo de la vida, modo de prueba, para que los saquemos a relucir y evolucionemos a partir de una visión renovada. Hasta que no superemos el conflicto, estaremos repitiendo la escena con distintos actores y escenarios, épocas y lenguajes, variados, distintos, pero con igual trasfondo.
Lo interesante de la Ley del Espejo es colocarnos como observadores en un lugar diferente al del quejoso convencional, dándonos herramientas para salir de la victimización y abarcando así una perspectiva más variada y creativa de nuestra biografía.
La raíz de ésa mirada del mundo proviene del Taoísmo chino, dónde el hombre y sus acciones están ligados a una red inmensa de enseñanzas coligadas que el Tao Te Ching, su libro sagrado, logró plasmar. Estudiarlo se asemeja a un lago de agua pura, en dónde se pueden ver de manera calma, cuál espejo, los reflejos propios que nos circundan.
Fabiana Daversa
www.fabianadaversa.com