Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sobrepeso y la obesidad infantil constituyen uno de los principales problemas de salud pública del siglo XXI. Se calcula que la obesidad infantil se ha casi triplicado en los últimos 30 años.
Hasta hace algunos años el sobrepeso y la obesidad eran percibidos como un problema de los países desarrollados. En la actualidad este escenario ha cambiado drásticamente y la epidemia se ha extendido a una velocidad preocupante a los países de bajos y medianos ingresos, particularmente en las grandes ciudades.
La OMS y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que la prevalencia de obesidad en menores de 5 años, en Argentina, es de 9,9%.
La malnutrición por exceso y la obesidad en adultos están asociadas directamente con el crecimiento de enfermedades no transmisibles, principalmente de tipo cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y diabetes. Generan además apnea obstructiva del sueño y osteoartritis, afectan negativamente el rendimiento reproductivo y están asociadas a distintos tipos de cáncer. También la obesidad infantil está fuertemente vinculada con enfermedades no transmisibles como la diabetes y la enfermedad coronaria en la edad adulta.
Con respecto a la educación, la obesidad infantil y adolescente implica mayores tasas de ausentismo en las escuelas, discriminación entre compañeros y menor rendimiento escolar. Está demostrado que la presencia de adultos obesos en el hogar incide sobre la obesidad entre los de menor edad, ya que comparten un mismo ámbito familiar y hábitos alimentarios poco saludables. También hay alrededor de cinco veces más de probabilidades de ser un obeso adulto cuando ya se fue obeso de niño o adolescente.
Cada vez es más frecuente encontrar en el consultorio niñas, niños y adolescentes obesos, que no realizan actividad física, que pasan innumerable cantidad de horas frente a pantallas, y que consumen grandes porciones de alimentos. Muchas veces presentan un consumo muy elevado de alimentos altos en grasas y azúcares.
La obesidad y el consumo de alimentos y bebidas ultraprocesados están estrechamente relacionados. Estos alimentos que muchas veces nos resultan prácticos de consumir, son poco saludables y tienen impacto directo sobre la salud y el aumento de las enfermedades no transmisibles. Los productos ultraprocesados contienen menos proteínas, menos fibras, más azúcares libres, más sodio, más grasas totales y saturadas y son altamente calóricos. Por lo tanto su consumo elevado promueve perfiles de nutrición perjudiciales.
Disminuir la malnutrición por exceso, en especial la obesidad en niños, niñas y adolescentes, es clave para el desarrollo. No solo porque implica garantizar un derecho básico, sino porque es el momento del ciclo de vida en donde se determinan los hábitos y las conductas que tendrán consecuencias en el resto de la vida.
La toma de conciencia y el acompañamiento a nivel familiar, la realización de actividad física, y una nutrición adecuada son claves para que nuestros niños vivan de manera saludable todas las etapas de la vida.
Lic. Analía San Pedro Miembro del Equipo de Nutrición de Serenare – (MN 3301 MP4404)
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