InicioFarmacias#DifusiónArchivoBúsquedaSesiones HCD
  Ir a la edicion del dia
MEDIO DIGITAL DE CAMPANA
BUENOS AIRES, ARGENTINA
lunes, 07/jul/2025 - 22:48
 
Política y EconomíaInfo GeneralPolicialesEspectáculosDeportesNacionales
Twitter Facebook Instagram
» Este artículo corresponde a la Edición del martes, 26/nov/2019 de La Auténtica Defensa.

Fútbol Infantil:
La canchita del barrio
Por Néstor Oscar Bueri







Néstor Oscar Bueri

Mis padres decidieron una vez mudarse de barrio. Mis amigos de la infancia, los de los partidos en la calle de asfalto, esos que tocaban el timbre en lo mejor de la siesta para ir a jugar a la "Reformer" del Club Dalmine, esos amigos con los que fui feliz cazando mariposas de colores en la esquina, con los que me enojaba cuando en el "espejito" perdía casi todas mis figuritas, con lo que compartía dedos lastimados de tanto hacer puntería con las bolitas y tanta vida por jugar, ya quedaron varias cuadras atrás… Mientras iba en la Fiat 1500 Familiar azul de mi abuelo miraba por la ventanilla pensando si el "Tanito" estaba yendo a buscarme para jugar. Solo deseaba no verlo caminado por Estrada, quizás hubiera llorado.

El barrio nuevo me esperaba con sus calles de tierra, una escuela de tapial largo y alto, pocos vecinos que miraban desconociendo y amigos por conocer. El barrio Banco Provincia se caracterizaba por su enorme plantación de mandarinas. Hasta ahí llego mi asombro de cómo mis amigos nuevos hacían camas con cajones de manzanas mezclados entre las ramas y atadas con hilos. Pero todavía faltaba conocer algo. En una esquina llena de matorrales asomaban dos varas sostenidas cada una por un par de ladrillos. Ese era un arco. Nunca había jugado en esos lugares, el pasto muy largo con yuyos y espigas, con montones de tierra que desviaban cualquier pase y esa vara que estaba porfiada en caerse a cada rato.

Barrio nuevo, amigos nuevos; ganas de jugar nuevas, juegos nuevos. Así era cada tarde y cada noche en un solo momento. De a poco esa esquinita quedó chica: el pasto se cortaba solo de tanto jugar. Como mejores maestros mayores de obra diseñamos algo más grande. Un poste de palo de algarrobo, otro de una madera encontrada y un travesaño torcido que se desdibujaba un poco. Así edificamos una especie de arco. A la altura del ángulo izquierdo, el tronco estaba más chico, pero no importaba, era nuestra canchita, la que habíamos diseñado, habíamos trabajado en equipo y la que habíamos soñado. La canchita nuestra, la única, la mejor.

El griterío hasta tarde y el ruido de pelota ya desinflada llamaban cada vez a más chicos. La canchita del barrio llamó a jugar a cualquiera, no importaba que sea gordo o flaco, alto o bajo, rubio o morocho. La canchita y el juego compartido no conocen distinciones y no discriminan. La canchita y el juego del futbol es lo realmente inclusivo. No había padres decidiendo, no había instructores diciendo como jugar ni dónde ponernos. Jugábamos donde se nos antojaba. Hacíamos el precalentamiento pateando centros y con dos arqueros mientras esperábamos que llegue el resto. Nada de dar mil vueltas a la cancha trotando hacia la nada, elongar los músculos, tomar aire y largarlo. Nada de ese aburrimiento. Sin que nadie nos diga nada ya sabíamos que el que tenía mejor pie tiraba los centros; que el "Colorado" Mujica seguro iba al arco con algún otro que lo "soportara"; que yo me quedaba siempre cerquita de un palo, porque ahí en algún momento conseguiría algún rebote. Y de apoco iban viniendo mis amigos: el "Tano", el "Tito", el "Mono", el "Richard", "el Raton", el "Micky"... De a poco aparecían por el túnel imaginario que simulaba un camino con poco pasto por calle Castilla.

La canchita del barrio nos llamaba, era una persona más. Se la cuidaba, se la arreglaba, se le ponía pertenencia a la causa y siempre teníamos una idea para mejorar nuestro lugar de juego divertido y único. En esa extensión de tierra nos formábamos y nos producíamos amigos. Nos invitaba cada tarde y nos quedábamos hasta la noche. Y ella siempre ahí, escuchando, motivando y estoy seguro que reiría con nosotros. Me animo a decir que tendría nuestra misma edad, si hasta casi nos iniciamos juntos. La canchita del barrio, no recuerdo cuando fue la última vez que te vi, pero si nunca me olvido el día que te hicimos nacer, con mis amigos. Se te extraña che…


Néstor Oscar Bueri / Psicólogo Social


 
P U B L I C I D A D






Av. Ing. Rocca 161 (2804) Campana - Provincia de Buenos Aires
Tel: 03489-290721 - E-mail: info@laautenticadefensa.com.ar
WhatsApp: +54 9 3489 488321.-