Siempre estamos a tiempo de revisar nuestra propia historia, no importa la edad, si importa el deseo de querer cambiar.
A lo largo de nuestras vidas y con el correr del tiempo vamos atesorando vivencias, situaciones, sucesos que se van presentando a veces como secuencias, circunstancias, acontecimientos y todos absolutamente todos nos marcan, van determinando un antes y un después.
Si han sido agradables, alegres, amorosos seguramente los recordaremos y hasta es posible que tengamos nostalgia de ellos.
Si por lo contrario han sido dolorosos, angustiantes, desagradables seguramente los habremos olvidado, porque ese es el maravilloso mecanismo de la conciencia, el olvido, no recordamos lo que nos ha hecho daño en algún momento, en especial en nuestra infancia.
Y ahí quedan en la sombra bien escondidos hasta que nos convertimos en padres y es cuando afloran inexorablemente, silenciosamente de una manera absolutamente inconsciente, se cuelan, aparecen sin nuestro permiso generando incomodidad y malestar.
El embarazo y el puerperio son los procesos de la vida de la mujer en que esto ocurre indefectiblemente y es sano para que la relación de la díada pueda darse de manera espontánea que tengamos el mayor registro de esto.
Esas son las vivencias que sino traemos a la conciencia con un adecuado y muy profundo trabajo de indagación personal no nos permitirán relacionarnos con nuestros hijos genuinamente, desde el alma como debe ser.
Por eso considero de gran madurez emocional revisar cada una de nuestras historias antes o durante la crianza para que no se filtren nuestras carencias emocionales infantiles y esto no nos permita disfrutar de la maravillosa oportunidad de conectar con nuestros hijos.
Ana Lía del Mármol, Puericultora Universitaria - Terapeuta maternal - Centro Médico Rawson - cmrawson.com.ar



