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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 27/nov/2022 de La Auténtica Defensa.

Padre Rufino:
Adviento




"Siempre estaremos a tiempo abrir los ojos, despertarnos, y hacer nuestra parte", señala el Padre Rufino Giménez Fines.

En este primer domingo del Tiempo de Adviento, corresponde la lectura del Evangelio de San Mateo, Capítulo 24, versículos del 37 al 44: "La venida del Hijo del hombre puede compararse a lo que sucedió en tiempos de Noé. 38 Porque en los días anteriores al diluvio y hasta el momento en que Noé entró en el arca, la gente no dejó de comer, beber y de casarse. 39 Nadie llegó a sospechar nada hasta que el diluvio los barrió a todos. Lo mismo será cuando venga el Hijo del hombre. 40 Dos hombres estarán entonces trabajando en el campo; a uno se lo llevarán y dejarán al otro. 41 Dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y dejarán a la otra. 42 Estén, pues, vigilantes ya que no saben en qué día vendrá el Señor. 43 Piensen que si el amo de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, vigilaría para impedir que le perforen la casa. 44 Así pues, estén también ustedes preparados, porque cuando menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre".

"El Año Litúrgico – señala el Padre Rufino Giménez Fines- es el cíclico anual durante el cual celebra la historia de la Salvación protagonizada por Cristo y a la que se distribuye en festividades y ciclos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario. Este domingo comienza un nuevo Año Litúrgico, y el tiempo de Adviento nos prepara para la Navidad, donde celebramos la esperanza cristiana: una esperanza gozosa, segura y exigente a la vez, arraigada en el amor incondicional a Dios que poco tiene que ver con el optimismo frívolo y vaciado de contenido espiritual… una esperanza que tiende y busca la plenitud de nuestro encuentro con Dios. El caracú del tema es que Dios nos ama, y tenemos que vivir nuestro camino terrenal desde esa certeza que se ratifica y se verifica al enviarnos a su hijo, Jesús, iniciando así la vida nueva de la humanidad toda, en comunión con Dios. Al enviarnos a su hijo, realiza sus promesas y las esperanzas humanas de una manera sorprendente e incluso escandalosa para su época, porque confronta con la mirada equivocada que la élite religiosa tenía sobre las cosas de Dios. En un mundo lleno de luces y sombras, el desencanto es un aspecto típico de la posmodernidad que nos toca vivir, atravesada por la incertidumbre respecto al futuro que, en general, se nos presenta como amenazador cuando no estamos en Dios. En ese sentido, nuestro tiempo no es muy diferente a los tiempos de Jesús. Y es en semejante contexto que la Fe cristiana habla de Dios, que es la plenitud de la vida… Que el verbo se haya hecho carne y anduvo entre nosotros es el gran mensaje de la Navidad, y debemos prepararnos adecuadamente para recibirlo plenamente".

"La lectura de hoy tiene dos claras dimensiones: una es la esperanza, y la otra es la vigilancia. Dios en Jesucristo es la verdadera esperanza humana, porque cuando todo se hunde, Él sigue fiel a la voluntad del Padre. Jesús, humano, sabiendo lo que se avecina, pide por sí mismo, sin embargo en ningún momento se resiste a su destino y cumplir con lo anunciado. Incluso ya en la cruz (lo vimos el domingo pasado) es tentado a evitar la muerte terrenal y no sólo no interviene, sino que pide al Padre que perdone a sus verdugos y a quienes lo condenaron a la tortura y la muerte… No sabemos con qué pesares nos encontraremos mañana. Muchos tienen que transitar el camino en condiciones paupérrimas o increíblemente adversas, como la guerra. Esperar en Cristo es desear la vida nueva para todos porque, en definitiva, esa vida incluye necesariamente no sólo nuestra iluminación, sino también de aquel a quien percibimos como nuestro enemigo. La vuelta del Señor será el fin de los tiempos de discordia y la victoria de su espíritu de amor… También hablamos de vigilancia, que significa estar alertas, sin distraernos en cuestiones menores… es decir, estar atentos a los signos de los tiempos, pero por sobre todo, a no perder el eje del amor como centro de nuestras vidas, lo cual alimenta nuestro crecimiento espiritual y nos sostiene en el tránsito de las vicisitudes que nos toquen, entregando nuestro eventual dolor al Señor. No son palabras huecas. Prueben con entregarle incondicionalmente su dolor a Dios y verán. Nuestra espera debe ser activa y creadora, y así dejará su huella no sólo en nuestras propias vidas, sino también en la de nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra iglesia, como parte de un espiral virtuoso. Ese espiral empieza por uno y siempre para la gloria de Dios, nuestro Padre. Entendamos nuestras vidas como una búsqueda activa de nuevas oportunidades de elevarnos y militar el amor en todos los ámbitos en los que discurramos, aun en el más adverso. Entonces, el Adviento no es una espera pasiva, de brazos cruzados… siempre estaremos a tiempo abrir los ojos, despertarnos, y hacer nuestra parte: preparémonos para tener una profunda y sentida Navidad. Dicen que los problemas se comienzan a resolver cuando tomamos conciencia de que los tenemos. Bien, entonces, identifiquemos aquellas cosas que no hacemos bien, y las consecuencias que nos traen a nosotros y a los demás. Seamos verdaderamente libres, actuando dignamente, con conciencia y responsabilidad, haciéndonos cargo y honrando la valiosa vida que nos ha sido confiada", concluye el sacerdote Rogacionista.



 
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