En la presente columna, nos proponemos hacer una introducción en torno al concepto de violencia escolar. Para ello, hemos tenido en consideración el texto "Violencia en los centros educativos: conceptos, diagnósticos e intervenciones", cuya compilación estuvo a cargo de los especialistas Alfredo Furlán, Miguel Ángel Pasillas Valdez, Terry Carol Spitzer, Antonio Gómez Nashiki; y la edición es de Noveduc.
En el capítulo cuatro, titulado "Perspectivas teóricas sobre la violencia", José Claudio Carrillo Navarro y María Teresa Prieto Quezada sostienen que existen múltiples elementos que caracterizan el concepto de "violencia escolar". Los autores reconocen distintos tipos o distintas manifestaciones de violencia que pueden presentarse en la escuela, a saber: 1) agresiones graves (que constituirían delitos castigados y perseguidos); 2) indisciplina (como desacato al reglamento interior, que sucede cotidianamente); y 3) falta de civismo (ataques a las buenas maneras, falta de respeto e indiferencia hacia el profesor y el currículo).
Los autores antes mencionados afirman que la violencia no adopta una sola forma, ni se habla de ella en un solo sentido, sino que resulta más pertinente referirse a formas de violencia, las cuales tienen como característica fundamental que se producen dentro de la propia escuela y que son ejercidas entre los miembros de la comunidad.
Los autores del capítulo cuatro, José Claudio Carrillo Navarro y María Teresa Prieto Quezada, centran su análisis tomando como eje conceptual la noción de "maltrato entre iguales o bullying", situado en estudios como los de Trianes, Ortega y Del Rey, entre los tipos de violencia escolar. Siguiendo los lineamientos de los autores del capítulo seleccionado, "bullying" se define como fenómeno de grupo en el cual la mayoría de los alumnos juegan papeles, entre los que se distinguen el agresor (puede ser el cabecilla, el que organiza, dirige, manipula), el seguidor (ayuda y apoya la agresión), los observadores (pueden ser pasivos, defender a la víctima o alentar al agresor), y la víctima (puede ser pasiva o provocadora).
Los agresores, de acuerdo con la obra de Trianes, tienen una personalidad agresiva, no sólo con sus compañeros, sino además con otras figuras, como los padres o los profesores. Tienen una actitud más positiva hacia la violencia que otros alumnos no agresivos. A menudo se caracterizan por su impulsividad y una necesidad de dominar al otro.
Cabe señalar, que en un contexto de violencia escolar, específicamente de maltrato entre compañeros, para autores como Olweus no son un problema nuevo entre los alumnos ni exclusivo de un país. Para este autor, el maltrato entre iguales queda definido como una conducta de persecución física y/ o psicológica que realiza un alumno contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques. Esta acción intencionada sitúa a los sujetos implicados en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios. La continuidad de estas relaciones provoca en los sujetos que son víctimas de maltrato efectos claramente negativos: descenso en su autoestima, estados de ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que dificulta su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de su aprendizaje.
En este sentido, los autores sostienen que es necesario realizar investigaciones educativas no sólo con el objetivo de diagnosticar y denunciar los hechos, sino de atender la perspectiva de los actores implicados en conductas, actitudes o comportamientos violentos, sobre todo en estudiantes, porque podría cuestionarse, por ejemplo, si con la violencia los jóvenes buscan hacerse notar en la escuela o ante los demás, o si se trata de respuestas a la inconformidad que tienen ante lo social, la familia o la propia institución.
Más adelante, los autores Carrillo Navarro y Prieto Quezada aseveran que el concepto de violencia es multirreferencial y multifactorial, dependiendo de la disciplina, presupuestos teóricos u objeto de investigación. Podríamos señalar que algunas formas de entender la violencia incluyen otras maneras y manifestaciones de ella, destacadas muchas veces por la propia víctima.
Por último. Los autores recién mencionados sostienen que es necesario desarrollar nuevos constructos filosóficos, éticos, socio- antropológicos y educativos que nos permitan visualizar lo uno en lo múltiple, los invariantes en la complejidad, que nos posibiliten el desarrollo de alternativas pedagógicas, escuelas diferentes, jóvenes con ciudadanía y porvenir, más allá de las nuevas formas de legitimación de los discursos y las prácticas esterilizadoras de la emancipación. Es imprescindible -continúan diciendo los autores- que cualquier proyecto que atienda y fomente la eliminación de las violencias dentro y fuera de los centros escolares sea parte de los horizontes de vida de los docentes y administradores del devenir educativo, reciclando de manera permanente la utopía educativa en prácticas con sentido y formas de organización social democráticas, como lo señala Santos Guerra, finalmente, sobre la importancia de "descubrir, interiorizar y practicar, de forma autónoma, los valores de la paz, la verdad, la justicia, la tolerancia y la solidaridad" como proyecto de vida.
Ana Carolina Erregarena
Licenciada en Letras
Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras
Egresada de la Universidad de Buenos Aires